29 de septiembre de 2013

Desde que no estás nada tiene orden ni sentido. Hay lágrimas y sonrisas a partes iguales, y heridas que se cubren con pintalabios rojo para pasar desapercibidas. La lluvia ahora solo me transmite tristeza porque me recuerda a mi. Porque es tan así como lo que siento o lo que me niego a sentir. Vivo entre tempestades y ahora no dispongo de tu cuerpo para que me cubra y solo siento que caigo y me inundo. En mi. Hay tanto de mi y tan poco de ti... que agobia. Y siento que tu certeza no me vendría mal. O tu jodida realidad. Yo que se. Tu no me vendrías mal. Sabes que me salvas o me hundes y odio que después de salvarme tres meses hayas decidido hundirme uno. Como para que no me acostumbre a la felicidad. Como si quisieras dejarme claro que tu no me la vas a dar. Que no quieres. Y que voy a hacerle yo.

24 de septiembre de 2013

Sesenta y un días.

Compartimos el mismo cielo. Esa es la única conclusión a la que he llegado y en vez de hacer que te sienta más cerca, solo hace que te sienta más lejos, menos mío. Nunca lo fuiste. Te puedo tocar con la yema de los dedos pero creo que si lo hiciese quemaría. Quemarías. Y el ciclo volvería a empezar. Como el pez que se muerde la cola. Como quien tropieza con la misma piedra una y mil veces. Nunca sentí que te tenía pero ahora siento que te he perdido. Para siempre. Y por si te interesa es la primera vez que lloro desde que me olvidaste. Supongo que aún quedaba algo de esperanza guardada no se dónde ni por qué, pero no te preocupes que ya no queda de eso. Necesitar 61 días para darse cuenta de la realidad solo aumenta la fuerza del golpe, las grietas se hacen un poco más profundas, nada importante. Quiero frío e invierno para sentir tu ausencia más que nunca. Y que en vez de quemar, hieles. Quiero lluvia y días grises para creer que al menos las nubes me entienden y que también se deshacen en lágrimas. Quiero tazas de café caliente para echarles la culpa de mi insomnio y que así no la tengas tu. Y nada de sueños. No si tu apareces en ellos. No te quiero tener solo a medias. Ya no te quiero tener.

13 de septiembre de 2013

13/09/2013

Quiero que duelas más que nunca y que tu recuerdo me queme. Quiero sentir dolor y no para torturarme, sino para sentir que estoy viva. No se. Todo ha cambiado en tan poco tiempo que me he quedado sin maniobras para que la tormenta no caiga de lleno sobre mi. Y ha caído. Y estoy completamente empapada, pero tu ya no estás ahí para secarme; ni para quererme. Dime que entiendes que no duela, dime que es normal que no sienta nada... porque se que mi corazón se está quebrando lentamente pero parece que lo tenga anestesiado. Y es de locos. Y quiero que sepas que no la odio ni pienso que quizás no te merezca. Que no son celos y que dudo que siga queriéndote ya que no duele como debería doler, pero siempre pensé que merecías lo mejor y ahora tengo miedo de que lo hayas encontrado. Y ya van siete días intentando olvidarte, 168 horas intentando no pensar en ti, 10.080 minutos tratando de ignorar todo lo que haces y 604.800 segundos fallando en el intento. Pero podré con esto, supongo. Solo necesito tiempo. Tiempo de soledad y lágrimas, de melancolía, nostalgia y recuerdos. Días grises de lluvia, paraguas, mantita y sofá. Días de lluvia y nubes negras, eso es todo lo que necesito.
Fdo. Una niña perdida.

11 de septiembre de 2013

Quizás debería contar los días...

Quizás debería contar los días que tardo en olvidarte o escribir algo cada vez que te recuerde. Cualquiera de las opciones serían buenas si no dolieran tanto. Llega el otoño con su melancolía y tu ausencia y caigo como una hoja desde tus brazos hasta el suelo mientras tu sostienes a otra bien fuerte. Supongo que brillaba más que yo ¿no? Silencio. Eso es lo que guardas. Y me desespero porque quiero entenderlo y entenderte pese a todas las consecuencias que conlleve, pero lo guardas. Y se me clava el recuerdo de tu voz lentamente en mi cabeza con cada palabras que no dices, con cada palabra que no escribes con esos dedos que imaginé que acariciaban mi cara aquella noche de agosto. Entonces tus brazos todavía estaban dispuestos a acogerme. Tus palabras todavía estaban dispuestas a calmarme. Y tu sentido del humor todavía era capaz de transformar lágrimas en sonrisas. Ahora más bien transforma mis sonrisas en lágrimas, pero no son suficientes, no como para sacarte de aquí dentro. Y es que sigues teniendo esa mala costumbre de irte de día y volver de noche, igual que los monstruos de debajo de la cama que los niños pequeños temen. La diferencia es que tu prefieres aparecer a mi lado y que yo daría lo que fuera por parar el tiempo y quedarme contigo. Pero eso nunca pasa y el sol vuelve a aparecer, más brillante que nunca, tanto que incluso parece un insulto. Y de nuevo te recuerdo y pienso en escribirte o en que quizás debería comenzar a contar los días que tardo en olvidarte, como dando por hecho que no me va a resultar tan fácil como a ti.


10 de septiembre de 2013

Perdóname por pensar que mereces a alguien mejor. A alguien, no se, que te escriba. Alguien que te quiera con el corazón y sin la cabeza, y no con otras partes de su cuerpo. Y siento hacer esto así, de esta forma y en este momento pero me pilló por sorpresa y dolió mas de lo que pensé que dolería. Intento imaginar lo que se siente al tener el corazón roto y no es porque no lo haya tenido antes, solo que después de los veintisiete días sin ti decidí que bloquear los sentimientos sería una elección inteligente. Y es que empecé a destruirme. O igual eran tus recuerdos los que me destruían. Tus palabras, no se. Ya da igual. No quiero que  ahora me recuerdes. Y odio querer que seas feliz con ella porque me siento como la mayor cobarde del mundo por dejarte escapar de nuevo, pero es que ya no se ni como hacer que te quedes. O como hacer que quieras quedarte, porque dudo que quieras. Ya sabes que nunca serví para esto pero estaba dispuesta a aprender o a que tu me enseñaras. Y no confundas esto con celos. Solo pensé que había dejado algo de huella en ti, poca pero la suficiente para que me recordases. Pero tranquilo, no importa. Ya nada importa.

2 de septiembre de 2013

Podría ser, pero no fue. No fuimos. Y ahora no soy.

Me hiciste creer. O yo creí. Incluso cuando quizás tu no creías. Y ahora duele o dueles, ya ni siquiera lo se. Tampoco me importa. Me quebré. Suena ridículo pero lo hice. Me cuesta hasta echarte las culpas pero es que no creo que las tengas. Igual me equivoco, suelo hacerlo a menudo, pero no quiero pensar en ello. Y es que todavía dueles o duele lo que sea que hayas dejado con vida ahí dentro. Y permíteme dudar que quede algo. Fuiste sutil y dulce y yo pensé que quizás podría ser, pero no fue. No fuimos. Y ahora no soy. Y me pierdo mientras te busco pero a la vez huyo de ti. Y me escondo en un rincón de la cama por las noches porque creo que así tu ausencia se nota menos, pero no, se nota igual. Se ha convertido en sinónimo de tortura que junto con la soledad y la melancolía que causas se clava dentro y... Amor no dejaste mucho pero dolor, dolor dejaste en cantidades industriales. Dime a mi como me deshago yo de él si ni siquiera me quedan fuerzas para echarte de menos o para desear que vuelvas. Solo el vacío demuestra que estuviste aunque ya no estés, y no sabes lo raro que me resulta no sentir nada cuando me hiciste sentirlo todo. Fuiste ese susurro de certeza y realidad con el que conciliaba el sueño cada noche y ahora es la ausencia de ese mismo la que alimenta mi insomnio recordando cada gota de oxigeno que se escapaba de tus labios. Y ahora duele o dueles, ya ni siquiera lo se. Tampoco me importa.